Luces y sombras del acuerdo MERCOSUR-UE

Por Damián Paikin

Frente a un acuerdo del que aún poco se sabe vale la pena dejar algunas reflexiones en clave regional sobre lo sucedido recientemente.


1) Tras el manto de neblinas que cubrió esta negociación se puede al día de hoy observar, en términos comerciales, algunas cuestiones. La primera, y es fácil confirmarlo leyendo los comunicados que difundió la propia Comisión Europea, es que el acuerdo refuerza la lógica tradicional de materias primas por manufacturas, con el agravante que en aquellos sectores agrarios en competencia, la Unión Europea no avanza hacia el libre mercado, sino hacía un sistema de cuotas, como en el caso de la carne. Por tanto, el acuerdo refuerza los lazos ya existentes, generando sectores ganadores (agro principalmente) y perdedores (industria), como así también nuevas lógicas de relacionamiento en términos de propiedad intelectual, compras gubernamentales y cooperación, quizás el espacio donde el MERCOSUR, por fuera de lo comercial, tenga más por ganar.


2) La segunda, una cuestión bastante más ajena a los análisis que se pueden encontrar, es que este acuerdo pone en jaque el comercio intra-regional, que para el caso argentino es su principal espacio, tanto en términos de importancia cuantitativa, como cualitativa, al menos para aquellos que pensamos que un país debe orientarse hacia las exportaciones industriales y de alto valor agregado. Eso es justamente lo que existe hoy en el comercio argentino – brasileño, donde el sector automotriz y sus derivados implican más del 40% del total a partir de una protección arancelaria del 35% que incentivó a las terminales a producir en la región. Y esto es lo que vendrá a desmontar este acuerdo llevando en 7 años la protección al 17,5 y luego de 8 años más a 0%, según lo último que había trascendido y que habrá que chequear cuando se decidan a mostrar el texto final. Por tanto, ganancia para las terminales europeas, que podrán decidir donde producir, incertidumbre para los trabajadores, la estructura productiva y las cuentas macroeconómicas nacionales que quedarán bastante malogradas en caso de que suceda la desaparición del sector.


3) En términos de integración, el refuerzo del MERCOSUR al que una vez más todos habían dado por muerto. En el marco de la destrucción de la UNASUR y con dos presidentes que hacían gala de su poco apoyo al bloque, el proyecto nacido en 1991 vuelve a mostrar su capacidad de adaptación recuperando su centralidad. Es cierto que esta agenda comercial tomará casi la totalidad del esfuerzo, pero como sabemos los integracionistas, esto genera siempre espacios desde donde trabajar. Frente a la perspectiva de la desaparición, este hecho no puede menos que dar un respiro, un piso a partir del cual volver a pensar y discutir los proyectos de integración en pugna. Al menos, este acuerdo obliga a todos los sectores a pararse desde la defensa del bloque y debatir desde allí.


4) En términos geopolíticos, una apuesta de la dirigencia sudamericana a un vínculo asociado posiblemente más al siglo XX, que al siglo XXI, reconstruyendo la centralidad de la relación con Europa por sobre la apuesta china, por ejemplo. Desde la mirada del macrismo, la ratificación de ser además aceptado en el mundo, su mundo, que culturalmente siempre será ese. Como apuesta, es una apuesta con sus riesgos, pero que derramará beneficios sectoriales en materia de cooperación y diálogo político. Habrá que observar a partir de esto las respuestas tanto de Estados Unidos como de China para poder analizar sus reales impactos. Pero al menos parece más provechosa la idea de aliarse con uno de los grandes poderes que seguir, como en los años anteriores macristas, jugando a la idea del multilateralismo en un mundo de guerras comerciales y conflictos por la hegemonía.


5) Finalmente, en términos políticos regionales y nacionales, la necesidad de repensar las estrategias de acumulación de fuerzas y difusión de estas discusiones en la sociedad. Este acuerdo, más allá de algunas voces que lograron sobresalir como la de las Coordinadoras Sindicales, se tramitó en la más absoluta opacidad, para terminar siendo usado, al menos en la Argentina, como una pieza propagandística por parte del gobierno. Para la oposición, la idea del rechazo ya parece extemporánea. Quedará en caso de recuperar el gobierno, o aún sin hacerlo, organizar la resistencia frente a los puntos más conflictivos y favorecer la constitución de alianzas regionales capaces de continuar proponiendo políticas que sostengan un modelo de desarrollo inclusivo priorizando la cadenas de valor regionales y los contenidos productivos y sociales en cada uno de los países.


En definitiva, el MERCOSUR sigue vivo y es hora de recuperar con fuerza el debate sobre qué modelo de integración queremos para poder construir, entre todos, la utopía de la unidad latinoaméricana.